Hablando de emociones… Se trata de una de las emociones básicas. En ocasiones lo buscamos pero sobretodo lo evitamos… En psicoterapia son incontables las personas que nos hablan del miedo y que sufren por ello.
Recientemente estaba en terapia con una de mis pacientes que llevaba años afectada e impedida por un temor persistente tal que… sólo pensar en hablar de ello la angustiaba (durante tiempo no se atrevía a decir “estoy mejor” (no vaya a ser que despierte a la bestia feroz – el miedo implacable)… con el tiempo lo que parecía imposible se va haciendo realidad y hoy es capaz de hablar de ello de otra forma.
Así un día le pregunté, ¿ tú crees que se puede vivir sin miedo? Se queda pensando unos segundos y responde: “vivir sin miedo! eso también es peligroso, imprudente, osado… puede traer riesgos y problemas”.
Y lo cierto es que así es, prescindir del miedo puede poner en peligro nuestra supervivencia y es que de forma paradójica podemos decir que me salvé porque tuve miedo. Pero también es cierto que (y continuaba hablando mi paciente) “el no tenerlo te da mayor sensación de libertad” …seguimos dialogando y llegamos a apreciar dos tipos de miedos el saludable y el patológico (deshumanizante, decía ella).
Parece que el miedo no es tan malo como lo presentan/presentamos. Puede disponer de un sentido afín a la prudencia, mesura, precaución más también puede privarnos de desarrollarnos, de ser felices, de tener iniciativa. Puede pasar algo parecido a cuando nos referimos a la ansiedad y el estrés y diferenciamos este último cuando es positivo (eustres) del que no lo es tanto (distrés).
Tal vez una señal de alarma sea cuando el miedo quita más de lo que da… el equilibrio del miedo se pierde. Qué difícil apreciación cuando el miedo es tal que no nos permite mirar, ver, oír, escuchar e incluso sentir. Paralizado por el miedo nuestro universo va quedando reducido, empequeñecido… Y sin embargo, sin esta emoción tan básica y primitiva nuestros días estarían contados, nos moveríamos en la imprudencia, el máximo riesgo y peligrosidad… y nuestra experiencia de felicidad también se pondría en cuestión.
Así todo no sólo no podemos vivir sin miedo sino que no nos conviene. Lo que tal vez nos haga más felices es reconocerlo, aceptarlo e integrarlo en nuestra vida en su justa medida.